junio 01, 2007

Un cielo sin estrellas

Por: Mariana Espinosa Aldama
Publicado en QUO México, Editorial Expansión, abril 2007

El hombre del siglo XXI le tiene miedo a la oscuridad, y en su obsesión por iluminarlo todo ha perdido un gran patrimonio de la humanidad: el cielo estrellado.




Dicen que hay más estrellas en el universo que granos de arena en la Tierra. En realidad nadie las ha contado -tampoco los granos de arena-, pues son tantas que sería imposible; pero se calcula que tan sólo en la Vía Láctea hay más de 200 mil millones de ellas y que existen varios miles de millones de galaxias, muchas, más masivas que la nuestra. Un grupo de astrónomos dirigidos por el Dr. Simon Driver de la Universidad Nacional Australiana presentó en la asamblea general de la Unión Astronómica Internacional que se llevó a cabo en Sydney en el 2003, una estimación hecha con una muestra de un pedacito de cielo en el que encontraron 10 millones de galaxias, y llegaron a la conclusión de que en el cielo se pueden observar unas 70 mil billones de billones de estrellas! esto es un siete seguido de 22 ceros: 70,000,000,000,000,000,000,000.
Seguramente hay muchísimas más estrellas, pero están tan lejos que su luz no ha llegado hasta nosotros o es tan débil que la tecnología actual no ha logrado detectarla. Prácticamente todas esas estrellas han sido detectadas por instrumentos, pues a simple vista sólo vemos unas tres mil, un número poco comparable con la cantidad de granos de arena en el mar. Bueno, tres mil en una noche despejada, sin Luna, y lo más lejos de las ciudades. Aún así, en los últimos tiempos vemos menos estrellas a simple vista que antes; esto es evidente en las grandes ciudades, donde el resplandor de las luces ilumina las nubes, los gases contaminantes y hasta el aire, opacando la tenue luz de las estrellas; pero no lo es tanto en aquellos lugares solitarios, en el campo, en el desierto o en las montañas donde creemos estar ajenos a la influencia de la civilización, donde uno espera que el mar de estrellas se revele majestuosamente ante nuestros ojos. Esto ya casi no sucede.



La oscuridad nocturna
Los satélites meteorológicos del Programa de defensa de la fuerza aérea estadounidense (DMSP) han fotografiado la Tierra de noche desde los años setenta. Las imágenes muestran la distribución geográfica de las fuentes luminosas; Europa y Norteamérica se ven saturados de iluminación artificial mientras que África, Asia, Australia, Sudamérica y los polos poseen amplias zonas con cielos oscuros. La oscuridad del cielo es indispensable para ver las estrellas, y en todo el mundo se está perdiendo. El cielo nocturno en gran parte de nuestro planeta ya no es oscuro, es rojo, anaranjado, amarillo y en el horizonte siempre se ve el resplandor de las luces artificiales, de la civilización. Esta contaminación lumínica está afectando enormemente la astronomía observacional, tanto profesional como amateur.
Para mirar un cielo completamente estrellado se necesitan condiciones muy especiales como bajos niveles de humedad ―sin una brisa salada y húmeda―, viento que no se arremoline ―pues esto hace tintilar a las estrellas―, un cielo limpio: sin nubes, ni polvo, ni gases contaminantes ―es más, si no hubiera aire sería mejor―, y un cielo oscuro. Al paso de los años muchos observatorios han perdido sus cielos oscuros y se han vuelto obsoletos. Así sucedió con el Observatorio Astronómico Nacional (OAN) -ubicado originalmente en 1878 en el Castillo de Chapultepec a 6km de la entonces Ciudad de México-, por lo que en 1883 debió ser trasladado a la Villa de Tacubaya y luego a Tonanzintla en 1951. La vecina ciudad de Puebla no tardó en contaminar el aire y los cielos oscuros de Tonanzintla por lo que el OAN se vio en la necesidad de buscar otro sitio. Esta vez, con la ayuda de estudios satelitales y meteorológicos en todo el territorio nacional, en 1966 se encontró un sitio en la cima de la Sierra de San Pedro Mártir, a 240km al sur de la ciudad de Ensenada, que cumple con condiciones excepcionales para la observación: se encuentra a una altura de 2,870m sobre el nivel del mar, alejado de centros urbanos, dentro de la reserva de la sierra, ambos resguardados por el Instituto de Astronomía de la UNAM y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Posee el mayor número de noches al año despejadas de todos los observatorios del hemisferio norte y una muy baja turbulencia atmosférica, lo que se refleja en imágenes de alta resolución con una extraordinaria calidad.
Junto con Chile, Hawai, y la costa occidental de África, San Pedro Mártir es considerado uno de los cuatro mejores sitios para observar el cielo que quedan en el mundo. Son las cuatro ventanas al universo que compiten por albergar los nuevos telescopios de alta tecnología que se pretenden construir en los próximos años, como el telescopio de 30 metros y los telescopios SPM Twin de 6.5m de diámetro. Estos telescopios tendrán un costo muy elevado, desde 150 millones de dólares hasta los mil millones de dólares, por lo que su construcción sólo es posible mediante la colaboración internacional y multi-institucional. Sin embargo, los grandes consorcios que pretenden invertir en la ciencia buscan garantías de que por lo menos en los siguientes 30 años las condiciones favorables de observación se conservarán y que los cielos oscuros estarán protegidos.

Contaminación lumínica
La contaminación lumínica no es sólo un problema para la astronomía, también lo es para la ecología, la economía, la psicología y la cultura. El despilfarro inconsciente de energía eléctrica se ha traducido en trastornos de muchos animales nocturnos como tortugas, aves e insectos; en desequilibrios de ecosistemas, en mala polinización de flores nocturnas y en alteraciones en los hábitos migratorios y reproductivos de muchas especies. Mucha gente también es afectada por luz artificial no deseada, invasiva, como la luz que ilumina un espectacular y que se cuela por la ventana de una recámara durante toda la noche. La luz artificial que comúnmente invade áreas que no requieren iluminación, la sobre iluminación, la luz que deslumbra o que resplandece y la iluminación poco efectiva (en ocasiones dirigida hacia arriba) está considerada como contaminante. Entre el 50 y el 90% de la luz utilizada en edificios públicos es innecesaria. Es usual encontrar zonas sobre iluminadas como estacionamientos o parques deportivos desocupados, luminarias mal dirigidas y de color desagradable. Desde los años ochenta se ha intentado hacer conciencia respecto a este problema, y varios grupos a nivel mundial han iniciado acciones para reducir la contaminación por luz innecesaria como la Asociación Internacional del Cielo Oscuro. En México, el Instituto de Astronomía de la UNAM ha apoyado la creación de un reglamento, conocido como “Ley del Cielo”, que fue aprobada en el Estado de Baja California y que pretende proteger el cielo de Ensenada y San Pedro Mártir.


foto: cortesía de Dr. Richard Wainscoat.

La ley del cielo
Con el fin de proteger el excepcional cielo oscuro de San Pedro Mártir, el Ayuntamiento Constitucional de Ensenada aprobó el 29 de septiembre de 2006 el reglamento para la prevención de la contaminación lumínica en el Municipio de Ensenada, que entre otras cosas, regulará los alumbrados de exteriores, los cuales deberán evitar la emisión de luz por encima del horizonte y habrán de utilizar lámparas que produzcan la mínima perturbación de las observaciones astronómicas como las lámparas de sodio. También vigilará que el alumbrado ornamental de edificios públicos, monumentos y jardines permanezca apagado después de las doce de la noche y que esté dirigido de arriba hacia abajo. El de los anuncios espectaculares deberá permanecer apagado a partir de las 11:00 p.m. y quedará prohibido el uso de fuentes láser, faros buscadores y cualquier otra luz similar de alta intensidad para publicidad o entretenimiento. Este reglamento es un gran salto hacia la conservación de este patrimonio de la humanidad. Este tipo de leyes han sido aplicadas ya en las cercanías de otros observatorios como los del Estado de Arizona y el del Observatorio de Roque de los Muchachos en La Palma, Islas Canarias, lo que ha fomentado la construcción de telescopios de alta tecnología como el Gran Telescopio de Canarias, de 10.4m de diámetro que espera recibir su primera luz en los próximos meses.
Sin embargo, la reglamentación no sirve de nada si los ciudadanos no toman conciencia del problema y colaboran para evitar que la oscuridad del cielo se pierda. Éste no es sólo un problema de los astrónomos, es una pérdida cultural, pues ¿qué sería de la vida, el amor y la poesía si dejáramos de ver las estrellas? José Alberto Villalobos, miembro de la Asociación Internacional por un Cielo Oscuro, considera que en dos generaciones poca gente tendrá una visión real del cielo profundamente estrellado.


Estrellita, estrellita ¿dónde estás?
A diferencia de otros trastornos ecológicos y culturales, la pérdida del cielo estrellado es reversible, pues las estrellas no están siendo afectadas directamente; simplemente nos estamos privando del gusto de verlas, de inspirarnos con ellas, de soñar y de conocer el Universo de una manera directa y no a través de fotografías. En el momento en que todos apaguemos las luces, la Vía Láctea, la luz zodiacal, Júpiter y Saturno, la galaxia de Andrómeda, la nebulosa de Orión, y las dos mil estrellas visibles brillarán nuevamente en todo su esplendor. Así ha sucedido durante los grandes apagones de Europa, de Nueva York, o el sucedido en mayo de 2006 en la península de Yucatán. En muchos pueblos de Estados Unidos y Europa se celebra el día de la astronomía (abril 21/2007) apagando las luces e invitando a sus habitantes a observar el cielo desde lugares públicos como centros comerciales. Existe la propuesta de que ese día en el 2009, el año internacional de la astronomía, el mundo entero apague sus luces por unas horas y salga a disfrutar del espectáculo celestial. Que esto realmente suceda a nivel mundial es inverosímil, sin embargo organizar comunidades pequeñas no lo es tanto, como tampoco lo es promover el ahorro de energía a nivel individual, público y estatal. Es preciso optimizar el uso de la energía, eléctrica utilizando luminarias eficientes, de bajo consumo, con sensores de movimiento, etc. Hacer efectiva la Ley del cielo, y promover su aprobación en el resto del país y sobre todo, cada vez que se pueda, apagar las luces innecesarias.

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